Cuando aparece en la boca una cavidad que se encuentra llena por líquido, células, aire, o una combinación de todas ellas cubierta por un exterior escamoso estratificado, nos encontramos ante un caso de quiste odontogénicos que puede acabar con el hueso del maxilar o provocar el movimiento de los dientes. Cuando este vuelve a aparecer de nuevo por causa de una infección, el hueso puede destruirse y provocar signos que se aprecian a simple vista como la deformidad del hueso, el desplazamiento radicular o la movilidad dentaria. Este tipo de quiste benigno forma el 90% de los quistes de los maxilares y pueden ser causados por restos epiteliales odontogénicos que al desarrollarse los dientes se quedan enganchados en el hueso y su formación prosigue con el crecimiento mural del epitelio, el gradiente de presión hidrostática entre la luz del quiste y el exterior, y la reabsorción del hueso, que permite que el quiste crezca. Los quistes odontogénicos no presentan síntomas previos y pueden descubrirse a través de imágenes radiolúcidas en exámenes radiológicos de prevención o rutina. En la mayoría de los casos, este tipo de lesión crece lentamente, pudiendo llegar a perforar las corticales óseas y produciendo crepitación al palpar la zona. En los casos más graves, puede crecer de forma desmesurada y provocar una asimetría facial. Aunque todos estos quistes no suelen ser tumorales, es importante prestarles atención para que no causen problemas mayores.
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